lunes, 7 de enero de 2013

El corredor

Quim salió a correr. Le costaba levantarse pero le gustaba empezar bien el día. Al fin y al cabo, las 7.00 no era tan temprano y de todas maneras tenía que sacar a Warlock antes de ir a trabajar. Al principio de sus salidas había dudado si llevárselo con él temiendo que le interrumpiera el ritmo, pero ahora le gustaba su compañía, y sobre todo le tranquilizaba que su pastor alemán estuviera cerca cuando llegaba a aquella zona desierta y destartalada que tenía que atravesar de camino a la playa. Era un paraje inhóspito de grandes naves depositarias de quién sabe qué mercancías. Durante el día los camiones iban y venían sin descanso, pero a esa hora todavía estaba tranquilo y la zona era de un vacío inquietante. Tratando de evitar el frío que le recorría la espalda al recorrer esas calles, Quim solía subir el volumen de la música en sus oídos y ordenar a sus ojos que miraran sin ver. Quería pasar rápido y llegar al puente lo antes posible. Por eso aquella mañana se asustó cuando por encima de sus decibelios oyó los ladridos de Warlock. Asustado, instintivamente paró y se quitó los auriculares. Sus ladridos resonaban en aquellas silenciosas paredes mientras miraba fijamente hacia adelante, donde siempre había un remolque blanco con las puertas abiertas y el interior vacío.

To be continued...